Naturaleza y vino van inexcusablemente unidos y configuran los 2.000km² de paisaje de esta señera Ruta del Vino. Un paisaje que trascurre siguiendo la ribera del río Arlanza, desde los pinares de Quintanar de la Sierra, donde sus aguas corren de este a oeste, hasta el límite con Palencia donde desemboca en el Pisuerga a la altura de Torquemada.
La Ruta del Vino Arlanza comprende tres comarcas naturales que aportan paisajes fotográficos de mil y un colores: El Cerrato, Arlanza y Sierra de la Demanda.
Los Valles del Cerrato componen un paisaje típicamente castellano con pueblos agrícolas y grandes extensiones dedicadas al cultivo del cereal. Paisaje unitario, infinito, que continúa a medida que uno se adentra en la provincia de Burgos, en tierra de páramos, a la altura de Los Balbases.
La Comarca del Arlanza está vertebrada por ríos y arroyos cuyas riberas serpenteantes son germen de amplios y extensos bosques de encina, roble o sabina. Lugares donde poder gozar de un paisaje puro donde la erosión y el tiempo han generado relieves plegados, cuevas modeladas en la roca, cascadas y ásperos cortados.
Además, la Ruta del Vino Arlanza, te ofrece la posibilidad de pasear y conocer lo genuino de su arquitectura popular. En cada pueblo de la Ruta, verás el núcleo de población agrupado en torno a la iglesia configurando, de esta forma, un conjunto compacto de calles estrechas que recuerdan el urbanismo de la Edad Media.
Símbolo genuino de la arquitectura popular del vino son los Barrios de Bodegas, recuerdo de una tradición vitivinícola que se remonta al siglo VII. Bodegas excavadas en la tierra donde se elaboraba y conservaba el vino para consumo familiar y que, hoy en día, siguen ejerciendo de lugar de encuentro para compartir con familiares y amigos.
Los grandes conjuntos monásticos son otra de las señas de identidad de esta Ruta revestida así de silencio, respeto y espíritu que te traslada a un pasado en el que, el vino, era parte muy importante de la vida cotidiana.